“DARSE VUELTA LA CHAQUETA” UN EJERCICIO POLÍTICO AUTÓCTONO BASTANTE FRECUENTE
Por Hermógenes Pérez de Arce
Como he sido siempre de una sola línea en política, tengo frecuentes dificultades con los que cambian la suya siguiendo al “sol que más calienta”, sobre todo si los pongo en evidencia. Las veces en que esto sucede, mi correo se llena de testimonios de las antiguas posiciones que mantenían mis cambiantes contradictores, posiciones que ellos mismos a veces han olvida do por completo.
En estos días he criticado los últimos virajes del presidente de la UDI, Hernán Larraín, convertido en portavoz de consignas comunistas, como la de degradar a oficiales (r) que son presos políticos. Él, también en estos días, ha rendido homenaje público a una extremista de izquierda que resultó quemada al estallar los artefactos incendiarios que portaba para, a su turno, quemar a otras personas.
En fin, el mismo senador en el pasado se ha opuesto a que los condenados uniformados reciban los mismos beneficios que por ley se les dio a los terroristas. “Mi voto a favor de éstos, dijo, no debe ser considerado moneda de cambio para favorecer después a los militares”.
Y entonces Hernán Larraín exclama que no va a permitir que yo censure sus críticas “a las violaciones de los derechos humanos”. Pero cuando el ex Presidente Pinochet cumplió 80 años, en 1995, Hernán le escribió una carta (“La Segunda, 24.11.95) de homenaje y agradecimiento, en la que estaba lejos de considerar a su régimen como “violador de derechos humanos”, y tal vez por eso le expresó: “Los pueblos, por lo general, son poco agradecidos con quienes colaboran en su desarrollo en vida de sus protagonistas”. Y luego señaló: “Incluso los errores y excesos que se cometieron –no podemos olvidar la naturaleza humana—y más allá del aprovechamiento político que de ellos se ha venido haciendo durante muchos años, deben servir para comprender lo profundo del quiebre social que existió a comienzos de la década del ’70 y el grado a que había llegado la justificación del uso de la violencia por los sectores políticamente mayoritarios de ese tiempo”.
Precisamente entre quienes hacían uso de la violencia se hallaba Carmen Gloria Quintana, a la cual Larraín rinde hoy público homenaje por haber sido “víctima” de quienes le impidieron incendiar buses con pasajeros.
Y su apoyo actual a la venganza comunista es también contradictorio con lo que expresa en su carta de 1995, cuando se refiere a “problemas pendientes”. Decía entonces: “Producto de la mala aplicación de la Ley de Amnistía dictada en 1978 para contribuir a la paz social, advertimos la inequidad de algunos sectores que, por un lado, procuran superar las dificultades procesales y penales de terroristas de izquierda, para intentar, por otra parte, la persecución implacable de todo uniformado que pueda tener alguna responsabilidad en hechos de entonces”.
Lo que hoy Larraín llama “violaciones a los derechos humanos”, hace veinte años le merecía otro juicio, que le expresaba al entonces senador Pinochet: “Fue necesario tener coraje para actuar en su debido momento, como es necesario hoy para superar esas inquietudes, sin olvidar el debido respeto por los sentimientos de todos los afectados. Usted supo actuar y lo ha sabido hacer en estos días, dando ejemplo de autoridad, respeto personal y observancia de las normas jurídicas vigentes en la actualidad”.
Naturalmente, también me llega de varias fuentes en estas ocasiones la grabación de 11973 en que Patricio Aylwin justifica en cámara cuanto están haciendo los uniformados y el pronunciamiento para “anticiparse a un autogolpe” totalitario que preparaban Allende y la Unidad Popular, según afirma.
Cuando Aylwin manifestaba este caluroso respaldo (octubre de 1973), estaba teniendo lugar el 80 por ciento del total de las muertes registradas en Chile a raíz del pronunciamiento militar: el Informe Rettig consignó un total de 2.298 caídos en 17 años, 1.823 de los cuales se produjeron entre septiembre y diciembre de 1973.
Luego, las condenas que emiten actualmente estos cambiantes personajes los comprometen y les alcanzan a ellos mismos, pues eran cómplices en el sentido de apoyar y estimular la acción de los uniformados.
Incluso el propio Aylwin dio un paso más cuando, según “La Tercera” de 04.07.99, p. 6, el 4 de enero de 1974 dirigió una expresiva carta a la Junta Militar ofreciéndole cooperación y aconsejándole no incurrir en el error de gobernar por un tiempo demasiado corto.
“Darse vuelta la chaqueta” es un ejercicio político autóctono bastante frecuente, pero nuestros hombres públicos no pueden pretender que nadie se dé cuenta ni dé a conocer en qué bando militaban cuando tenía lugar la batalla, después de la cual han emergido como triunfantes generales que lo habrían hecho todo a la perfección.