Por Ricardo Henríquez Flores
Director de la Escuela de Kinesiología, Universidad San Sebastián
El último Día Mundial sin Tabaco reveló una peligrosa contradicción: mientras el cigarrillo tradicional baja al 7.5% en jóvenes chilenos, el vapeo escala con diseños coloridos y sabores dulces, con índices donde el 54.6% de nuestros jóvenes lo han probado y el 26.3% lo consume diariamente. Según la OMS, el 80% de adolescentes elige estos dispositivos por sus aromas a golosina, ignorando que contienen formaldehído y metales pesados que dañan pulmones y pueden causar EPOC prematura.
El plan del presidente Boric, anunciado en la cuenta pública, para tratamientos de cesación tabáquica y la modificación de la ley 19.419, prohibiendo la venta a menores de 18 años, son avances valiosos, pero insuficientes frente a una industria que coloniza TikTok con influencers. Urge prohibir los sabores atractivos y regular el marketing digital, como ya exige la OMS, y decretar los espacios educativos como zonas libres de humo.
Las instituciones de educación superior deben ser nuestro bastión preventivo. Programas como CATCH My Breath (validado por el centro de control de enfermedades, CDC, de EE.UU.) demuestran que la educación entre pares reduce un 33% el consumo juvenil al desmontar mitos. Iniciativas como “Los Colores del Daño” de Uruguay —que muestra cómo los tintes de los vaper corroen células— deberían replicarse en nuestro país, generando espacios educativos libres de humo y llenos de educación sobre los nuevos riesgos que nos plantea la industria del tabaco en sus versiones electrónicas.