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Cuando el centro eres tú: repensar la vocación desde la voz del estudiante

Publicado por Equipo GV
3 Min de lectura

Por Marisol Urrutia
 Directora Admisión, U.Central


 Cada año, miles de estudiantes atraviesan el proceso de admisión universitaria como si se tratara de una prueba definitiva, capaz de definir su futuro en un sólo movimiento. Pero este modo de entender la educación —centrado en la selección, la puntuación y la validación externa— ha terminado por instalarnos en una lógica donde el estudiante parece un receptor pasivo de opciones predefinidas, más que un sujeto capaz de construir su propio camino.

Sin embargo, tal como nos recuerda Paulo Freire, la educación sólo cobra sentido cuando reconoce a los estudiantes como autores de sus decisiones y protagonistas de su historia. Desde esa perspectiva, el proceso vocacional no es un destino fijo ni una etiqueta permanente, sino un acto profundamente humano, que se teje entre experiencias, dudas, diálogos, oportunidades e identidades que van cambiando.

Hoy sabemos, desde la psicología, la pedagogía crítica y la propia experiencia universitaria, que la vocación es un proceso en constante evolución, no un momento único, donde confluyen el autoconocimiento, la posibilidad de explorar y la interacción con otros, además de la confianza para preguntarse quién soy y qué puedo llegar a aportar al mundo. Por eso la voz del estudiante se vuelve central: no podemos pensar la orientación vocacional sin escuchar realmente sus historias, sus miedos, sus búsquedas y sus sueños.

No quedar seleccionado en una carrera o universidad no es un fracaso, ni un cierre. Por el contrario, puede convertirse en un acto de relectura de sí mismos, un punto de inflexión para revisar caminos y descubrir alternativas. En una sociedad donde las profesiones cambian, los empleos se transforman y las trayectorias ya no son lineales, la vocación se parece menos a un camino trazado y más a un viaje que vamos diseñando con cada paso.

La educación superior tiene aquí un rol ético y pedagógico ineludible: acompañar sin imponer, orientar sin reemplazar la voz del otro, abrir posibilidades sin determinar identidades. Y la orientación vocacional no puede convertirse en una presión para encajar, sino en un espacio para reconocerse, crecer y elegir con sentido.

El desafío no es sólo ingresar a la universidad: es construir un proyecto personal que dialogue con los propios intereses y con las necesidades de la sociedad. La PAES, la carrera o la institución son hitos relevantes, pero no definen por sí solos la trayectoria de una persona. Son apenas el inicio de un proceso de formación que dura toda la vida donde cada persona tiene derecho a ser protagonista de su historia.

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