La atracción de una sonrisa, el magnetismo de una mirada y la fuerza de una palabra

Publicado por Equipo GV 5 Min de lectura

Por Dr. Franco  Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Conferencista, escritor e investigador (PUC)

Sonreír, mirar con atención y hablar con actitud de escucha hacia el otro, son tres importantes acciones y/o conductas que pueden hacer la diferencia entre una persona que llama la atención, que atrae a la gente y que es exitosa, de otra persona que pasa inadvertida, que no tiene éxito y que a nadie interesa. 

El Dr. Leonardo Buscaglia, escritor, profesor y orador motivacional, aseguraba que “con demasiada frecuencia subestimamos el poder de un abrazo, de una sonrisa, una palabra amable, un oído atento, un elogio sincero o, incluso, el gesto más pequeño de bondad”. La razón es muy sencilla de comprender: estos gestos, conductas y actitudes, aunque  simples, tienen la fuerza y la capacidad de transformar vidas de formas que ni siquiera podemos imaginar. La gran diferencia, está en el amor y en el cuidado que ponemos en los detalles, y esos “detalles pueden ser el punto de inflexión para alguien más”.

Revisemos el significado e implicancias de la sonrisa, la mirada y la palabra:

  1. La atracción de una sonrisa: una sonrisa cálida y genuina es capaz de generar una gran conexión con otra persona, atrae a la gente que se siente contagiada por esa sonrisa y, por cierto está en condiciones de romper el hielo y acortar distancias en una conversación con otra persona. El acto de sonreír libera endorfinas, que son opiáceos naturales producidos por el hipotálamo y glándula pituitaria de nuestro cerebro que actúan como neurotransmisores con la finalidad de generar sensaciones de bienestar y felicidad, pudiendo actuar, además, como un analgésico natural y reducir la percepción del dolor. La sonrisa también representa una herramienta fundamental en el proceso comunicativo de carácter verbal y no verbal, la que puede ser utilizada para transmitir aprobación, tranquilidad o complicidad con la otra persona.
  2. El magnetismo de la  mirada: la mirada y los ojos de una persona están en condiciones de expresar una gama diversa de emociones básicas tales como la felicidad, la sorpresa, la tristeza, el enojo, etc., al  punto que algunas personas señalan que la mirada puede ser el reflejo del alma. Una mirada directa y sostenida a los ojos puede indicar interés por la otra persona y que, además, se le está prestando atención, en tanto que una mirada evasiva puede significar todo lo contrario. El acto de mirar a los ojos de la otra persona tiende a crear un vínculo y una conexión de carácter emocional, lo cual, entrega una sensación de receptividad y comprensión de aquello que nos transmite otro ser humano.
  3. La fuerza de la palabra: una palabra amable y de aliento en un contexto comunicativo puede tener un gran impacto positivo en la otra persona, en tanto que una palabra hiriente tiene la “fuerza de un misil emocional y causar mucho daño” en quien ha tenido la desgracia de escuchar esas palabras hirientes. Una palabra –incluso la primera que se dice– puede ayudar a construir, o bien, a destruir una relación, dependiendo de la intención y del contexto en el que se produce la conversación. Dada su fuerza, una sola palabra puede llenar el corazón de una persona, crear complicidad y expresar un sentimiento profundo que trasciende la misma fuerza de la palabra, o en su defecto, provocar todo lo contrario.

Destaquemos finalmente, que el proceso comunicativo –que engloba todo lo anterior– es algo más que sólo emitir y/o vocalizar palabras, por cuanto, no es tanto lo que decimos, sino la forma en cómo se lo decimos y expresamos a la otra persona aquello que marca la diferencia, y esta diferencia puede ser muy grande.

Comparte este artículo