Inexplicada desaparición de útil instrumento de evangelización comprueba lo difícil que es para la jerarquía católica aceptar en serio una mayor participación laical dentro de la Iglesia
Por Raúl Gutiérrez V.
Columnista Granvalparaiso.cl
CADA CAMBIO DE mes en el calendario de mi escritorio es un útil recordatorio del inexorable avance de la vejez. Renueva además mi desagrado por lo que considero el despilfarro en que han incurrido frailes y monjas de la congregación de los paulinos en Chile al abstenerse de producir y comercializar la versión 2025 de su calendario de escritorio.
En las cercanías de la Navidad o al filo del nuevo año el calendario paulino ha sido desde hace tiempo una excelente alternativa de regalo útil a precio moderado para quedar bien con amigos o conocidos.
A PRUEBA DE CELULARES
Con la irrupción de los teléfonos inteligentes, las agendas fueron cayendo en la obsolescencia, hasta parecernos ahora piezas de museo. Pero los calendarios, sean murales o de escritorio, mantienen su vigencia. Al menos una vez al día preguntamos o nos preguntan qué día es o a cuánto estamos y es más fácil mirar a un punto de acceso fácil y común que recurrir al celular.
La persistente vigencia de los calendarios queda de manifiesto en la abundante cantidad de metros cuadrados de vereda que los ambulantes dedican a exhibirlos al filo de un nuevo año. Los calendarios de pared llevan a menudo la foto de una joven ligera de ropas, versión favorita de las vulcanizaciones, o del equipo titular del Colocolo, que conoció mejores tiempos en el pasado no tan distante.
En cambio, el calendario de los paulinos consistía en reproducciones de bellezas naturales acompañadas de citas bíblicas o pensamientos espirituales seleccionados por mentes ecuménicas. Constituía por eso una herramienta capaz de llegar con un mensaje religioso a creyentes e indiferentes.
Justo la misión que se había propuesto Santiago Alberione, el clérigo italiano que a comienzos del siglo 20 fundaba una nueva congregación, inspirada en el espíritu misionero de San Pablo, lo que le valió ser considerado “el apóstol de las comunicaciones”.
NO POR FALTA DE LUCAS
¿Qué razón tan poderosa puede haber llevado a los discípulos de Alberione en Chile a cuando menos interrumpir la producción de su calendario de escritorio?
La causal que se viene primero a la mente es la económica: salía muy caro elaborar este producto; y si se optaba por subirle el precio a objeto de solventar el costo real del calendario se corría el riesgo de perder una parte de los compradores, que con el dolor de sus corazones no estaría en condiciones de pagar más caro.
El argumento es tan débil que no da ni para excusa. Se trata de un producto para el cual ya se dispone del molde, es decir bastaba con reemplazar el contenido de los casilleros. Ni siquiera se requería gastar tiempo y neuronas en definir el tema del año. No en vano la Iglesia Católica lo había dedicado 2025 al Jubileo de la Esperanza. ¿Cuánto demoraría un laico medianamente ilustrado en seleccionar una docena de pasajes bíblicos o discursos papales concernientes a esta virtud tan necesaria en los tiempos que corren?
Por otro lado, las congregaciones religiosas originadas en países ricos, en donde la Iglesia se encuentra en franca decadencia, pueden servir de ayuda para la materialización de proyectos de bajo costo, máxime si un porcentaje elevado del presupuesto es financiado por las comunidades católicas locales.
No, atribuir a la falta de recursos económicos la interrupción, acaso definitiva, de esta forma sui generis de tender puentes y difundir los valores evangélicos es una falsedad.
Lo probable es que haya primado la ley del menor esfuerzo. Al encargado de este proyecto se le vencieron los plazos u olvidó pedir la aprobación de un presupuesto.
Si esto ocurre a menudo en las instituciones públicas e incluso en la empresa privada, supuestamente obligada a operar con mayor eficiencia, no se peca ni de venial al insinuar la sospecha del descuido en la utilización de los recursos humanos o materiales al interior de la Iglesia Católica y sus innumerables ramas y entidades.
Hasta no hace mucho era común oír hablar de los sacerdotes “de misa y mesa”, para aludir a clérigos que llevaban una cómoda existencia, limitada a celebrar la cena del Señor ante una concurrencia cada vez más escuálida y a disfrutar al borde mismo de la gula de los placeres de la buena cocina,. Estos clérigos no exhibían ni una pizca del celo evangelizador de los entusiastas y corajudos jesuitas de la película “La misión”.
La imagen de la curia vaticana, que ha sido desde hace tiempo francamente mala se deterioró todavía más bajo el pontificado de Francisco. Las fricciones llegaron a un punto culminante cuando el papa, empeñado en poner freno a los abusos y excesos, logró enviar a la minúscula cárcel vaticana a uno de los cardenales de la curia.
Es muy probable que situaciones semejantes, guardando las proporciones, se reproduzcan en todos los niveles de la organización eclesial. La mayoría de las diócesis o instancias de cúpula de poderosas congregaciones se administran en forma autoritaria, Muchos obispos e incluso párrocos sigue actuando en sus jurisdicciones como señores feudales, olvidando que si bien la Iglesia no puede degenerar en una democracia vocinglera y populista, tampoco debe funcionar como una dictadura.
Lamentablemente esta situación se reproduce en numerosas iglesias protestantes y evangélicas en las que el respectivo pastor actúa como el señor de la querencia, violentando incluso la conciencia de sus ovejas.
¿QUÉ TENIS QUE METERTE TÚ?
Desde principios y hasta fines de diciembre de 2024 pregunté en varias ocasiones acerca de la disponibilidad de estos calendarios para el año que estaba por iniciarse, pero no obtuve una respuesta coherente. Los apóstoles de la comunicación deben haber pensado que no valía la pena el esfuerzo de dar una explicación a un laico desubicado, menos todavía al público en general.
“Nadie ha autorizado a este señor para inmiscuirse en nuestros asuntos y menos tiene derecho a exigir explicaciones acerca del porqué de nuestras decisiones” debe haber pensado algún clérigo o monja paulinos. “Ni que fuera el arzobispo de Santiago”.
Me arriesgo a señalar que más de alguno habrá pensado, aunque sin atreverse a manifestarlo en voz alta, “estas son las consecuencias de hablar tanto del empoderamiento de los laicos, de abogar por una Iglesia menos clerical, más sinodal, temas a los que el papa Francisco otorgó excesiva importancia”.
Quienes se resisten abierta o solapadamente a la construcción de una iglesia menos clerical intuyen con razón que este proceso traerá consigo de manera inevitable alguna pérdida del estatus privilegiado y de las ventajas materiales de que ha disfrutado por generaciones el clero y más precisamente la jerarquía eclesial.
Raya para la suma. Este periodista laico sostiene que el movimiento se prueba andando. Es utópico pensar que el próximo cónclave va a contar con la participación paritaria, cincuenta por lado, de cardenales y laicos, veinte de los cuales mujeres. Sin embargo, para que ello se convierta en una realidad digamos a fines del siglo XXII, hay que ir abriendo paso desde ahora a la participación creciente de los laicos a partir de asuntos de menor monta. Como en el caso de los calendarios de escritorio de los paulinos en Chile.
* Esta crónica fue sometida a consideración de la congregación de los paulinos en Chile a fin de tomar en cuenta sus explicaciones o puntos de vista, pero no hubo reacción de su parte.