Qué ver y hacer en Buenos Aires 

Publicado por Equipo GV 9 Min de lectura

Quien decide cruzar la cordillera en dirección a Buenos Aires probablemente ya tenga algunas imágenes en la cabeza: calles largas llenas de árboles, edificios antiguos que conviven con torres modernas, cafés en cada esquina y una vida cultural que no se toma descanso. Pero al llegar, lo que sorprende no siempre es lo que uno anticipaba. La ciudad no responde a una sola lógica ni se deja encapsular en postales. Tiene capas, ritmos distintos y formas de habitar que cambian según el barrio, la hora o el día. Por eso, para aprovecharla bien, conviene ir con una hoja de ruta flexible, pero bien pensada.

Recoleta y el valor de caminar sin prisa

El barrio de Recoleta condensa muchas de las imágenes que los viajeros buscan cuando llegan a Buenos Aires. A simple vista, parece un área elegante y tranquila, pero basta alejarse unos metros de las avenidas para encontrar plazas vivas, ferias artesanales, librerías escondidas y cafés con mesas en la vereda. El Cementerio de Recoleta, con sus mausoleos de mármol y esculturas centenarias, es uno de los sitios más visitados. Aunque suene extraño, es también uno de los más fotografiados. A su alrededor, el Centro Cultural Recoleta y el Museo Nacional de Bellas Artes ofrecen exposiciones gratuitas o de bajo costo. La zona se recorre bien a pie y permite armar un itinerario que combine arte, historia y descanso.

Para quienes planean con anticipación y buscan vuelos baratos, conviene elegir fechas fuera de temporada alta, cuando las tarifas bajan y la ciudad ofrece una cara menos saturada. Esto permite aprovechar mejor lugares como Recoleta, donde las aglomeraciones pueden diluir parte del encanto.


Palermo más allá de la postal de moda

Si bien Palermo ya no es un secreto para nadie, vale la pena mirar con atención. No todo el barrio responde a la misma lógica, y no todo se agota en cafés de diseño y tiendas conceptuales. Palermo Viejo mantiene aún cierta esencia barrial, especialmente en las calles donde no abundan las vidrieras. Ahí se pueden encontrar clubes de tango improvisados, ferias de ropa usada, panaderías con recetas heredadas y librerías de fondo largo.

Muy cerca de allí, el Jardín Botánico invita a hacer una pausa entre árboles provenientes de distintas partes del mundo. A pocos pasos, cruzando la avenida Santa Fe, el Ecoparque —actualmente en proceso de transformación— ofrece una mirada diferente sobre el vínculo con el entorno natural. Un poco más allá, los Bosques de Palermo despliegan sus lagos y senderos, ideales para recorrer con calma, especialmente durante los días de semana, cuando hay menos gente. En esa misma zona, el Planetario se destaca como una propuesta atractiva para quienes viajan con niños o simplemente buscan una experiencia distinta.

San Telmo, una forma de mirar el pasado sin nostalgia

No todo lo antiguo es museístico, y San Telmo es una prueba. Aunque muchas de sus calles conservan la traza colonial y las fachadas siguen contando historias de otras épocas, el barrio respira presente. La feria dominical en la plaza Dorrego es uno de los puntos más visitados, pero también es uno de los más cambiantes. No hay dos domingos iguales: lo que se vende, se canta o se toca ahí depende de quien lo ocupa. La presencia de músicos callejeros, bailarines de tango, pintores y artesanos convierte al espacio en un escenario vivo. No obstante, quienes prefieren evitar multitudes pueden recorrer San Telmo entre semana, con más calma y margen para observar.

El Mercado de San Telmo combina puestos tradicionales con propuestas gastronómicas actuales. Es ideal para almorzar, tomar algo o simplemente mirar desde una mesa cómo circula la gente. Las calles aledañas invitan a caminar sin rumbo fijo, detenerse en anticuarios o galerías pequeñas y descubrir lo que no figura en las guías.


La Boca y su cara menos turística

Caminito es probablemente una de las imágenes más difundidas de Buenos Aires. Colores vivos, casas de chapa, bailarines de tango listos para la foto y puestos que venden desde imanes hasta pinturas. Sin embargo, más allá de ese sector puntual, La Boca ofrece otras posibilidades. El Teatro de la Ribera y la Fundación Proa programan obras y exposiciones que combinan calidad con accesibilidad. También se puede visitar el Museo Quinquela Martín, que permite entender algo de la identidad visual del barrio.

Para quienes disfrutan del fútbol, el estadio de Boca Juniors se impone como una visita casi obligada. Incluso sin asistir a un partido, el recorrido guiado por el museo y el campo de juego permite aproximarse a un costado importante de la cultura popular porteña. 

Hay que tener en cuenta que se trata de una zona que conviene visitar durante el día y con cierta planificación en cuanto a transporte.

Microcentro y Montserrat en clave cultural

Más allá del vértigo de oficinas y trajes apurados, el centro de Buenos Aires guarda espacios que valen la pena caminar. El Obelisco, como ícono, suele ser solo una excusa para empezar el recorrido. A su alrededor, la avenida Corrientes despliega teatros, librerías, y pizzerías. A pocos minutos a pie, el Teatro Colón impone con su arquitectura y su historia. Las visitas guiadas permiten conocer detalles de la construcción y los distintos salones sin necesidad de asistir a una función.

Cerca de allí, el Palacio Barolo es otra de esas joyas menos transitadas. Inspirado en la Divina Comedia, su recorrido va desde el infierno hasta el paraíso, literal y simbólicamente. La subida al faro ofrece una vista panorámica de la ciudad que pocos conocen. El Cabildo y la Catedral Metropolitana, ubicados sobre la Plaza de Mayo, completan la posibilidad de una caminata por sitios históricos que siguen marcando el pulso institucional del país.

Una ciudad que no se apaga cuando cae el sol

La vida nocturna en Buenos Aires tiene sus propias reglas. No empieza temprano y no se termina a una hora fija. Para quienes disfrutan de salir, la oferta es amplia y abarca desde cenas en bodegones clásicos hasta milongas abiertas al público. En muchos casos, basta con preguntar en el lugar adecuado para enterarse de actividades no tan publicitadas pero muy recomendables. Las milongas barriales, por ejemplo, ofrecen la posibilidad de aprender algunos pasos de tango sin necesidad de asistir a una clase formal.

En cuanto a gastronomía, la variedad es una constante. Se puede comer muy bien sin gastar demasiado, sobre todo si uno se aleja de los circuitos más turísticos. Los restaurantes de barrio, las parrillas de esquina y las casas de comida al paso suelen ser lugares donde la calidad supera ampliamente a las expectativas. Para quienes buscan algo más sofisticado, Palermo y Colegiales concentran propuestas innovadoras que mezclan tradición con técnicas modernas.

Una ciudad que invita a perderse para encontrarse

Buenos Aires no es una ciudad que se termine de entender en una visita. Tampoco es una ciudad que se deje explicar fácilmente. Tiene sus tiempos, sus hábitos y sus contradicciones. Pero justo ahí está parte de su atractivo. Para algunos viajeros, Buenos Aires puede resultar caótica al principio. Pero con el correr de los días, esa aparente desorganización empieza a tener sentido.

Es posible que algunas cosas no salgan como se planearon: que el clima cambie de golpe, que el subte esté fuera de servicio, que la caminata lleve a un lugar distinto al pensado. Sin embargo, esas variaciones muchas veces conducen a descubrimientos inesperados. Y allí, quizás, radique uno de los mejores motivos para volver.

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